domingo, 15 de febrero de 2009

Entrevista a Lovecraft

Esto lo encontré en un blog, no recuerdo bien la dirección, pero si se busca lo q dice al final debe salir ... espero.

Me encantó lo que leí por reconocer ciertas cosas mias ahí.



Entrevista a Lovecraft


-¿Se creía usted una reencarnación de Luis XIV, que murió en ese año? No
responde. Bueno, le haré otra pregunta.
-En una de sus cartas decía: «Sí, soy fascista sin reservas». Era en julio de 1934.
¿Sabía lo que estaba diciendo?
-Eso lo dije antes de que ese trastornado señor despertara a todos los demonios en
Europa. Creo que la respuesta, a la vista de lo que hizo más tarde, es «no».
-Bueno, pero usted admiraba a Hitler.
-Como admiraba a Franklin Delano Roosevelt, o a todo aquel que tuviera grandes
planes para mejorar las condiciones de vida de la sociedad y estuviera dispuesto a
llevarlos a cabo.
-Usted describió en sus cartas a los chinos como «mestizos orientales de hocico de
rata» y a los negros como «poco menos que gorilas infantiles». Detestaba a los
judíos, pero se casó con uno de ellos, y tuvo buenos amigos. Le gustaba parecer
racista, odioso, siniestro, pero ante el enemigo era sumamente educado. ¿Es usted
un... cobarde?
-También dije «inmundicia asiática», «chusma de extranjeros» y que odiaba al ser
humano por permitir la existencia de tantos miserables. Era mi manera de
sublevarme contra la miseria; lo que no podemos hacer es aceptarla. ¿Le parece
eso una cobardía?
-Ha eludido la respuesta.
-He sido acusado de materialista y de racista. No creo en Dios, no necesitamos un
creador en un Universo que no tiene principio ni final. Una especie avanzada debería
poder viajar en el tiempo. Y en cuanto al racismo, los años me han ablandado, creo
que en todas las razas hay personas que merecen la pena, y personas que no valen
nada, que no se pueden tener en cuenta igual que las otras.
-Me asusta usted. Voy a leerle un principio típico de sus narraciones: «La vida es
algo espantoso; y desde el trasfondo de lo que conocemos de ella asoman indicios
demoníacos que a veces la vuelven infinitamente más espantosa». ¿Todo en su vida
era tan horroroso?
-Cuando yo tenía dos años mi padre fue considerado un loco peligroso y fue
encerrado en un manicomio. Mi madre me hizo llevar bucles hasta los seis años,
edad en que insistí para que me cortara el pelo, y cuando lo hizo muy a su pesar y
me transformó en un niño, le dijo a todo el mundo que yo era horriblemente feo, y me
acostumbré a esconderme.
-Reconozco que es un trauma.
-Antes de eso, con cinco años, dejé de creer en Santa Claus y en Dios, una vez
descubrí, a través de Las mil y una noches, que el Islam era mucho más hermoso
que el cristianismo, y que ambas religiones no podían ser ciertas a la vez. Una vez
convertido en varón me consagré a la mitología clásica y a la búsqueda de las
hadas. Es una lástima que no pudiera leer El señor de los anillos, porque aún no
estaba escrito; hubiera tenido una influencia vital en mí. Con siete u ocho años
estaba más dispuesto a creer en sátiros de pezuñas hendidas y ninfas correteando
por los bosques que en Jesús. Llegué a tener la ilusión de que me crecían cuernos
en la frente y orejas puntiagudas.
-Sin embargo, siguió creyendo en todos los demonios. ¿No había entidades
«buenas» en su mundo soñado?
-Mire usted, cuando era un crío soñaba con entidades monstruosas que denominé
«alimañas descarnadas». Me agarraban con los dientes por el estómago y me
llevaban volando sobre ciudades de muertos. Creo que si hubiese alguien por
encima de nosotros nos trataría como hacemos nosotros con el resto de seres vivos
de este planeta. Las «buenas» personas se comen a los animales. No veo por qué
los dioses del espacio exterior nos han de mirar de otro modo: solomillo, chuletas y
entrecot.
-Con trece años se rompió la nariz yendo en bicicleta, y le quedó insensible para
siempre. Probó el tabaco, pero no le gustó. Dicen que se defendía de sus enemigos
amenazándoles con la muerte, a falta de argumentos mejores. ¿Es cierto eso?
-Sí, cuando me sentía amenazado decía algo así como: ¡Por Dios, que te voy a
matar! Eso ahuyentaba a los más valientes.
-En 1904, cuando tenía catorce años, el abuelo Whipple murió. Creo que usted era
muy feliz hasta ese momento. Después, su familia tuvo que vender aquella gran
casa de madera de tres plantas en la que había vivido los últimos diez o doce años.
-Sí. Nos mudamos a una casa más pequeña. Se acabaron las carreras por los
pasadizos, los rincones obscuros, la magia de los escondites. Sólo tenía cinco
habitaciones. Sin criados. Y compartíamos el edificio con otra familia. Para colmo, mi
gato Nigger desapareció dejándome en la estacada. Quiero decir que jugaba con él
a la pelota, comprendía su lenguaje, le observaba perseguir a los duendes, era un
gran alivio para mí observarle y tocarle. Desde entonces no tuve más animales de
compañía.
-Hábleme de su familia. ¿Es verdad que su padre era francmasón y le dejó en
herencia el Necronomícón?
-Es posible que hubiera convocado a todos los demonios a través del
Necronomicón, pero también puede ser que tuviera sífilis y el sistema nervioso
deteriorado -se ríe, no va a contestar a mi pregunta. El abuelo sí que fue masón,
pero yo era muy pequeño para comprenderlo. Era un patriarca que conocía los
negocios y gozaba del arte. Lucía un mostacho blanco impresionante, y me regaló
las noches, que mi madre me dejó vivir a mi antojo.
-¿Tiene idea de qué le producía esas pesadillas tan espantosas que luego contaba
en sus relatos?
-No lo sé. Los primigenios. El chocolate. Siempre creí estar conectado con ciertas
entidades ocultas que se comunicaban conmigo por medio de los sueños. Y para
soñar, no hay nada como el chocolate y las especias. Luego te despiertas con la
cabeza destrozada, y tienes que salir a pasear, buscas el orden en la arquitectura, si
no estás dotado para la música, y le pones etiquetas monstruosas a todas las
cosas...
De pronto, un gato negro que no he visto llegar y que parece tener cien años, se
sube al sillón donde se sienta, en penumbras, el escritor. El gato tiene unos ojazos
ambarinos que impresionan.
-¿Sabe usted que a través de los gatos se pueden tener ciertos... contactos? Mire
los ojos a un gato y pida algún deseo, pero esté dispuesto a pagarlo.
-Creía que no había vuelto a tener animales de compañía.
-Éste es diferente.



Fuente: La antología (edición de Teodoro Gomez)